Ahogarse en el viejo hogar
hallar fuera lo que falta
tanta vida que me espanta
muchos días que olvidar.
Mi tristeza una prisión
mi carcelera es mi mente
un dolor que pega fuerte
su remedio una canción.
Noches de desilusión
mañanas claras y frías
fabricando tonterías
construyendo una pasión.
- - Míralo, ya viene. Otra vez con cara seria y esa
mirada cansada –dijo Andrea a su compañera.
- - Sí, siempre con el cigarro y los auriculares
puestos –respondió Laura.
Ambas eran las recepcionistas, y comentaban la llegada de
los socios, según los veían acercarse a las puertas de cristal.
- - Buenos días, ¿cómo va la mañana? – preguntó él
sonriendo al entrar.
- - Pues tranquila, como todos los lunes –respondió
Laura con otra sonrisa.
Cuando subió las escaleras, prosiguieron la conversación.
- - Con lo agradable y educado que parece, y siempre
parece estar aislado, como pensando en otras cosas.
- - Una vez oí que le decía a su amigo que cuando
atara cabos se iría de aquí – apuntó Laura.
- -Vaya, ¡eso suena peligroso!
- - Deja de ver tantas películas, te irá bien –le
respondió a Andrea entre risas.
Poco más de una hora después, repitieron el proceso inverso
cuando él se despidió mientras salía por la puerta. Una vez fuera, sacó sus
cascos de música, su cigarro, y se alejó caminando despacio, lastrado por los
cabos que lo ataban a su situación.
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