martes, 15 de octubre de 2013

Cárcel de bienestar


Ahogarse en el viejo hogar
hallar fuera lo que falta
tanta vida que me espanta
muchos días que olvidar.

Mi tristeza una prisión
mi carcelera es mi mente
un dolor que pega fuerte
su remedio una canción.

Noches de desilusión
mañanas claras y frías
fabricando tonterías
construyendo una pasión.



-             -  Míralo, ya viene. Otra vez con cara seria y esa mirada cansada –dijo Andrea a su compañera.
-               - Sí, siempre con el cigarro y los auriculares puestos –respondió Laura.

Ambas eran las recepcionistas, y comentaban la llegada de los socios, según los veían acercarse a las puertas de cristal.

-             - Buenos días, ¿cómo va la mañana? – preguntó él sonriendo al entrar.
-              - Pues tranquila, como todos los lunes –respondió Laura con otra sonrisa.

Cuando subió las escaleras, prosiguieron la conversación.

-             - Con lo agradable y educado que parece, y siempre parece estar aislado, como pensando en otras cosas.
-             - Una vez oí que le decía a su amigo que cuando atara cabos se iría de aquí – apuntó Laura.
-              -Vaya, ¡eso suena peligroso!
-             - Deja de ver tantas películas, te irá bien –le respondió a Andrea entre risas.


Poco más de una hora después, repitieron el proceso inverso cuando él se despidió mientras salía por la puerta. Una vez fuera, sacó sus cascos de música, su cigarro, y se alejó caminando despacio, lastrado por los cabos que lo ataban a su situación.



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