viernes, 13 de septiembre de 2013

El hombre suicidado

Morir en un segundo y renacer
creer en un después que ya no existe
pospone la fortuna mi placer
cuando la vida el alma me desviste
y no encuentro el sentido tras caer
ni veo explicación para este chiste

Resume mi pesar un gesto amargo
propicia mi desdén la soledad
siento el odio despertar de su letargo
me mata la razón la crueldad
por no ser especial ya me hago cargo
que preservó mi existencia la pura casualidad

Volé ligero al ocaso
hacia el beso de la muerte
fui a buscarla con un paso
mas quizás no tuve suerte
pues tras tirar al vacío
mi cuerpo y mi alma inertes
pude ver el desafío
que a la lógica concierne
cuando mis ojos se abrieron
tras un segundo inconsciente
y vi que me hallaba vivo
creyendo oír al destino reírse de este inocente

Mas sin más compadecer a la razón despistada
con el pudor de saberme centro de toda atención
reponiendo mi postura y evitando las miradas
eché a andar mientras pensaba en mi frustrada intención
cuando al ver la situación de una vida que no acaba
pero da paso a otra vida siendo punto de inflexión
rompió a llorar mi espíritu con fuerza renovada
por tan propicia de ello la situación

Y puesto que el consuelo habita en la rutina
siendo para mí un café en un bar cercano
dispuesto a calmar mi nervio desatado
dirigí mi amargo paso a la cantina
donde solo y pensativo vino al caso
contemplar la gran belleza de aquella luz vespertina

Y bajo ella el detalle
y en el detalle lo hermoso
unos labios que se evaden
de un beso de color rojo
una lágrima brillante que se escapa de unos ojos
y unos ojos que reflejan la luz de cristales rotos
y el aire respira entonces
dando vida al movimiento
pensé, quien no elegiría
vivir por este momento

Así pasaron las horas hasta ver anochecer
poniendo rumbo a los sueños, muriendo por no poder
volaba entre ensoñaciones entre fábulas y cuentos
todo era perfecto entonces y entonces vi a esa mujer
que incluso después de muerto despertó mi pulso débil
tornando mi vida estéril en renovado vergel

"Nada que perder" me dije, más que la vida no puedo
me acerque dando un rodeo y sin más contemplación
me confesé enamorado dado que el alma dirige
las palabras de una boca cuando gana la pasión
y al no haber contestación mas allá de una mirada
siendo arrancada de cuajo mi involuntaria ilusión
volví a mi mesa tranquilo tras perder una batalla
moribundo y abatido paciente a mi ejecución

Mala cabeza la mía que no supo interpretar
en unos ojos cansados la pura necesidad
de encender la llama extinta del querer querer sin mas
de odiar por amor un día y al otro solo llorar
que indecisa mi conciencia que solo sobre el papel
sabe cuál es el camino al que no debe volver

En esto que se acercaba con hermosa ligereza
con un bourbon en la mano como flotando a mi mesa
cual fantasma encadenado a un pasado delirante
como un cuerpo sin amante sola, triste, insatisfecha
me rozo una mano el aura de su cuerpo afrodisíaco
quemo mi piel como el fuego sangré emoción, llore tanto
gimió mi alma contenta por tanta compensación
que me toco el corazón cuando se sentó a mi lado

Un sorbo de mi café. en una taza vacía
el tiempo paro el dolor y el calor me sofocaba
no intuía que pasaba mi maltrecho corazón
cuando ella confesó su retraso al mediodía




Llegué a casa al borde del ataque de ansiedad, como siempre últimamente, y me serví un buen vaso de whisky. No podía más, hacía tiempo que mi vida carecía de sentido, la situación era insoportable.

-Se acabó –me dije apurando el licor.

Y corriendo sin pensar me lancé contra la ventana, que se quebró dejándome caer al vacío. A los pocos instantes, choqué brutalmente contra el suelo, y creo que perdí el conocimiento.
Pero para mi sorpresa, pude levantarme del asfalto, sin marcas aparentes. Con algo de esfuerzo, eso sí, me incorporé ante la atónita mirada del resto de peatones. ¿Qué había pasado?

-Señor, ¿se encuentra bien? –me preguntó un muchacho rubio, con cara de preocupación.
-Sí, no pasa nada, creo… Muchas gracias.

Y dicho esto, con la cabeza dándome vueltas por la esperpéntica situación más que por el golpe, me dirigí hacia mi bar habitual, y pedí un café para espabilarme.

-Sin azúcar, ¿verdad? –me dijo el camarero, con una mirada extraña.

Asentí y me senté en una mesa, mirando a ninguna parte, dejando que el café se enfriase. Fue en ese momento cuando vi a una atractiva mujer en el otro extremo de la barra, que alternaba miradas al periódico, con rápidos vistazos hacia mi persona.
Tras beber mi café, instigado por una euforia nacida de la heroica e ilógica situación anterior, me levanté y me acerqué a ella.
-¿Te gustaría tomar una cerveza
? Tengo una buena anécdota para fascinarte.
-Claro –dijo tan sólo.

Dirigiéndome al camarero, pedí dos jarras de cerveza. Mientras las servía, observé el cuadro que presidía el lugar, y en el que aún no me había percatado. Era un paisaje sencillo, con un río de orillas desiertas, y una pequeña barca comandada por una silueta apenas apreciable.

-Perdone, ¿y el cambio?  –le dije al camarero con algo de fastidio.
-Así está bien –dijo tras de mí la mujer, posando su mano en mi antebrazo.

Y ese contacto me condujo vertiginosamente a una visión, la de mi cuerpo inerte contra el asfalto, rodeado de sangre y cristales rotos. Y entonces volví a la realidad, que parecía sueño, y vi al camarero guardar los cambios en su bolsillo, al tiempo que cogía dos remos.
Y la mujer, inalterable, nos miraba desde la orilla, antes de girarse y alejar sus pasos hacia otra alma que requiriese su presencia.

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