Sólo es el camino que le queda
ya no tiene nombre, ni problemas
ni es un hombre,
son sus piernas y sus ojos los que llevan su
bandera
Que la ruta es el destino
y el final será cualquiera
cada frontera un amigo
cada parada una hoguera
donde quemar los resquicios de soledad
pasajera
Y si llueve pues que llueva
y si hace frío... Ya vendrá la primavera.
Una cerveza fría es su recompensa, ¡y qué recompensa! A diez
kilómetros de la ciudad, había encontrado a una pareja de holandeses intentando
arreglar una de sus bicicletas.
Tenía ganas de llegar a su destino para descansar, pero se
hacía de noche y en su interior la posibilidad de dejarlos ahí tirados no
existía.
-¿Os echo una mano?
-Sí por favor, no hay manera de ajustar esta rueda.
En unos minutos, el problema está solucionado, y los tres
juntos emprenden el pequeño tramo que los separa de la población. Una vez allí, antes de separarse, deciden
tomar algo juntos, mientras comparten anécdotas y sus próximas etapas, ya por
separado.
No se entienden al cien por cien, pero entre grandes
personas, esa frontera no existe.
Brindan por última vez y se despiden. Mañana será otro día, otros amigos y
otros problemas. Pero el mismo cielo y la misma aventura.
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