dormida en esta pereza
reza por alzar el vuelo
llora por sentirse presa
en esta mala cabeza que es la mía
Ría pronto el enemigo
calle el sabio hasta el final
que aguantando el temporal de soledad, sangre y frío
sabe que pronto el destino con sus ganas de jugar
le dará pan al hambriento y al rico necesidad.
Semanas, meses en blanco. Páginas a medio escribir, otras
con una simple frase. Y el cráneo a punto de estallar, buscando una vía de
escape a tanta escoria acumulada. Me dicen que mire las flores y los árboles,
que mire la sonrisa de un niño, las piernas de una mujer, pero eso no me dice
nada. O al menos, no me dice lo suficiente.
Veo a un tipo escribiendo en un portátil en la misma
cafetería, y me pregunto de dónde sacará la inspiración, sea lo que sea lo que
escribe. Un grito me devuelve a la realidad; es una de las camareras, que sale
de la humeante cocina gritando “¡Fuego! ¡Fuego!”, mientras el resto de clientes
se apresuran a salir derribando sillas y mesas con tazas de café y churros. Salgo
con los demás, buscando mi bolígrafo en el bolsillo: acabo de presenciar el
breve paso del sosiego al caos en la realidad, y de la todavía más fugaz
transición del caos al sosiego en mi cabeza.