sobre un cuerpo se expande
con el amor de una madre
que al hijo le da la vida
Como el rumor de un arroyo
perfumado de colores
del reflejo de mil flores
y guijarros de su fondo
Despierta el alma dormida
el día y su claridad
la fuente de eternidad
que le hace sentir solo.
Los rayos del sol empezaban a rozarle la cara, así que
decidió levantarse. Se lavó la cara, eligió ropa cómoda, y salió a cubierta a
tomar el desayuno. Era un velero pequeño pero resistente, que podía manejar él
solo sin demasiados problemas, y que contaba con lo imprescindible para vivir,
además de algunas comodidades extra que agradecía en ciertas ocasiones.
Estaba cerca de la costa, una playa de arena blanca y agua
cristalina que invitaba a zambullirse en ella, y otras embarcaciones pasaron
cerca mientras tomaba su café y sus tostadas. Saludó a todos, algunos
conocidos, otros completos desconocidos.
La brisa acariciaba su cara, con el deje salado del mar, y
los haces de luz hacían que el agua despidiera destellos de diversos colores. Y
su interior se regocijó ante esas sensaciones, y pensó que así era feliz. En el
mar. Sin pretensiones. Solo.
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